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Dos entidades creadas por crevillentinos en el año 1925, la revista «Crevillente Semana Santa» y la Cooperativa Eléctrica San Francisco de Asís, merecen el calificativo de ejemplares. Poseedoras de unos recursos, culturales la primera, materiales la segunda, indispensables para su pueblo, los distribuyeron de forma eficaz, justa y equitativa. Y ambas instituciones conmemoran este 2025 su centenario.

La primera, editada en 1925, resumía su filosofía con el lema «Crevillente, Fiestas (de) Semana Santa». Cien años después, dicho lema ha permanecido en todas las ediciones posteriores. Pudo haber alguna un poco pobre de contenido, pero todas cumplieron con el lema impuesto por la primera. Diez años después, en el segundo número, su director, Joaquín Galiano, la calificó de «portento», «prodigio de belleza y alarde técnico, poco frecuente en aquellos tiempos» (maqueta, con folios escritos a máquina y fotografías en blanco y negro).

De entre sus fotos, hay una digna de encomio. Está situada en la segunda página del artículo «El Cristo de la Caída», firmado por Vicente López Rico. El autor de la imagen, anónimo, captó una instantánea de realismo sobrecogedor la mañana de un Viernes Santo, en el Paseo del Calvario. El Nazareno, rodilla en tierra, rostro ensangrentado, mira con amarga ternura a cinco mujeres y dos niños. Dispersas, sin agrupar. Sus indumentarias delatan la diferencia de clases. De izquierda a derecha: mujer viuda -velo negro- pasando, sin prestar atención, por detrás de una señora y sus dos niños de corta edad, uno a cada lado, con zapatos y vestidos elegantes, y dos mujeres de negro de pies a cabeza, dialogando con una niñera, delantal blanco y zapatillas. Cada vez que miro esta foto me pregunto: ¿Está compadeciendo el Cristo de la Caída a nuestro pueblo, representado por este conjunto heterogéneo de ciudadanos?

El que a la denominación de la otra centenaria entidad, Cooperativa Eléctrica, se le añadiera el nombre de un santo -San Francisco de Asís- es señal inequívoca de su origen. Sabido es que nuestros antepasados, cuando fundaban alguna empresa, le solían poner nombres religiosos como implorando la ayuda divina, para que tuviera el éxito deseado. Tal es el caso de las minas que se excavaban en la sierra para alumbrar aguas. Y, aunque nadie lo mencione, el de la compañía anterior, Popular Eléctrica San José, absorbida luego por la actual Cooperativa.

Anteriores a estas, don José Aznar Candela, pionero en producir electricidad en nuestro pueblo, en el año 1908, firma contrato con el Ayuntamiento para abastecer de «alumbrado público, Casa Ayuntamiento y oficinas del Juzgado» (J. Sempere Pastor, «datos para una posible historia de Crevillent»).

Tras la Gran Guerra Europea (1914-1918), surge la necesidad imperiosa de utilizar la nueva energía llamada electricidad. Para las poblaciones con incipientes industrias, hasta ahora manufactureras, quedar al margen de las nuevas tecnologías era un suicidio. Cualquier nuevo proyecto debía ejecutarse basándose en la electricidad. En Crevillent, la mencionada Popular Eléctrica aparece en el año 1919, como contribuyente en Hacienda.

En 1924, quedan registrados cuatro fabricantes: la mencionada Popular, Pascual Mas Mas (hijo de Manuel Mas Candela), Manuel Magro Hermanos y Augusto Mas Quesada. El primero para suministrar a pequeñas industrias y vecindario, y los otros para mover sus máquinas. Los cuatro instalaron motores movidos a través de gas pobre, producido por combustión de carbón y leña.

El deficiente servicio de la Popular propició la aparición en el mercado de una entidad, Cooperativa Eléctrica San Francisco de Asís, creada por la unión de un grupo de industriales, inspirados por las directrices sociales y cristianas. Eran fabricantes jóvenes, casi todos con pequeñas empresas artesanas. Su éxito se basó en comprar, en vez de producir, electricidad al por mayor, para distribuirla al por menor, en igualdad de condiciones. No hubo discriminación de personas; utilizaron la democracia en sus asambleas, como herramienta de trabajo.

Todos los crevillentinos hemos enaltecido con orgullo nuestra «Cooperativa de la llum». Todos conocemos sus grandes obras sociales: Tanatorio, Residencia de Ancianos La Purísima, generosa financiación del Museo de Semana Santa, digitalización de los libros del Archivo Parroquial. Y todos deseamos que san Francisco, patrono de la institución y de Crevillent, continué guiándola para que siga cumpliendo la máxima evangélica: «Por sus obras los conoceréis».

 

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